Los discursos parlamentarios de Práxedes Mateo-Sagasta

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1623
Legislatura: 1896-1898 (Cortes de 1896 a 1898)
Sesión: 25 de mayo de 1896
Cámara: Congreso de los Diputados
Discurso / Réplica: Discurso
Número y páginas del Diario de Sesiones: 11, 174-175
Tema: Acta de Manzanillo (Apreciaciones relativas a las elecciones de Cuba)

El Sr. SAGASTA (D. Práxedes Mateo): Muy poco tengo que decir al Sr. Villaverde. Yo he venido, más que a discutir, a realizar un acto, y si no he venido a discutir con el Gobierno, mal podía hacerlo con las oposiciones. Declaro que me ha sorprendido mucho su discurso; S. S. opina de muy distinta manera que yo, y ha hecho bien en expresar sus opiniones contrarias a las mías. Su señoría estaba en su derecho, y yo estoy ahora en el mío al no entrar en un debate con S. S., que no sería beneficioso para nada ni para nadie, pero mucho menos para las oposiciones. (El Sr. Fernández Villaverde: Pido la palabra.)

Respecto del Sr. Presidente del Consejo de Ministros, debo decir que, bajo su punto de vista, no tengo nada que oponer, pero paréceme a mí que en la cuestión electoral no ha estado tan acertado como hubiera yo deseado y como convenía a S. S. mismo, dentro de la posición que ocupa porque culpara a la ley de los defectos, de los vicios y de los abusos que hemos visto cometerse en las elecciones, me parece una cosa no digan de S. S. ¿Qué tiene que ver la ley con los abusos que tan al descubierto se han puesto en estas elecciones, y aún en otras? ¿Es que la ley es defectuosa? Claro está que lo será porque no hay obra perfecta en lo humano, pero es imperfecta, vamos a perfeccionarla, sin atribuir nunca a la ley los escándalos y las faltas y los delitos cometidos que se cometen a pesar de la ley y contra la ley misma, aun por las autoridades.

Eso es lo que hay que hacer, Sr. Presidente del Consejo de Ministros; no disculpar las faltas y los delitos que se cometen por la ley, sino procurar las faltas y los delitos que se cometen por la ley, sino procurar por la ley corregirlos y hacer que las autoridades, en vez de faltar a ella, la cumplan y la hagan cumplir. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Pues vamos a ello.) Vamos a ello. ¿Qué tiene que ver eso con la modificación y rectificación de la ley? Haga S. S. lo que quiera con la ley; perfeccionémosla en cuanto sea posible en lo humano; siempre resultará que si las autoridades no vigilan por su cumplimiento, a la ley se faltará, porque lo extraordinario aquí es que las autoridades faltan a ella en vez de cumplirla y de hacerla cumplir.

Su señoría (dispénseme que se lo diga) ha estado, en mi concepto, tan desacertado respecto de este punto, que casi ha justificado, que casi ha disculpado, la compra y venta de votos.(Rumores.- El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Soy el primero que la ha condenado.) Ha dicho S. S. que es inevitable, que es consecuencia del régimen. (El Sr. Presidente del Consejo de Ministros: Y de la ley.) Si es consecuencia de la ley, ¿qué mayor disculpa para los que cometen esos delitos? ¿No comprende S. S. que el decir eso es siempre inconveniente, perlo lo es mucho más dicho desde ese sitio? ¿Adónde vamos a parar? ¿Qué castigo se ha de imponer al infractor de la ley por soborno, si ha dicho el Sr. Presidente del Consejo de Ministros que eso es consecuencia inevitable de la ley?

Pero ha dicho más: que la ley es tan mala, que es imposible buscar con ella la legitimidad de la representación nacional; de manera que empieza por negar la legitimidad de las actuales Cortes porque con arreglo a la ley vigente han sido hechas.

No; la ley tiene defectos, como los tiene toda obra humana, mucho más una obra tan difícil como lo es en nuestro país una ley electoral; pero la ley autoriza como consecuencia inevitable de ella las faltas y los abusos que en las elecciones se cometen.

Cumpliendo la ley y haciéndola cumplir, las elecciones podrían ser tan correctas como las que se celebran en los demás países regidos por instituciones representativas.

En cuanto al decreto de disolución de las últimas Cortes, diré que siento que S. S. tenga formada mala idea del patriotismo de los españoles.

Claro es que un Gobierno con unas Cortes adversarias, tendría en circunstancias normales una vida imposible. ¿Quién lo duda? Cuando un Gobierno se ha visto, como se ha visto el Gobierno presidido por S. S., con una insurrección como la que ya ha invadido todo el territorio de la isla de Cuba, y cuando además sobreviene un conflicto internacional con los Estados Unidos, no hay amigos y adversarios, no hay más que españoles que están obligados a ayudar al Gobierno que defiende el decoro de la Nación y los altos intereses de la Patria.

En este sentido decía yo que hubiera podido contar con la mayoría de aquellas Cortes, como puede contar con la ayuda de todos los españoles.

Los partidos podrán maltratarse aquí unos a otros, pero cuando se trata del interés nacional, no hay partidos, no hay más que españoles que se ponen al lado de todo Gobierno. (Muy bien.)

Yo siento que S. S. no aprovechara la ocasión de tener a su lado, no un partido más o menos grande, más o menos débil, sino todos los partidos, no sólo [174] defendiéndole contra aquellas hordas salvajes de Cuba, sino preparándose contra cualquier conflicto internacional, venga de donde viniere.

Ha venido a presentarnos ejemplos de otras Cortes reunidas en circunstancias difíciles. ¿Qué tienen que ver aquellos casos con el caso actual? Las Cortes de Cádiz, cuando se trataba de convertir el régimen absoluto en régimen liberal y de defenderse contra la invasión extranjera, ¿qué habían de hacer? Se reunieron como pudieron y donde pudieron reunirse, y más bien como junta de salvación contra el invasor de la Patria, que como Cortes deliberantes. Sobre todo, no había más remedio porque no había nada y había que fundar algo, en medio del fragor de los combates. Pero, cuando aquí había unas Cortes que, a pesar de lo que ha dicho S. S., le dieron pruebas de abnegación y patriotismo, y en las cuales estaban representados todos los partidos, ¿qué necesidad tenía S. S. de haber acudido al cuerpo electoral en circunstancias tan difíciles? Y es que S. S. se ha hecho cargo nada más que de algunas pequeñas dificultades y rozamientos que tienen todos los Gobiernos, aun con Cortes propias; pero no se hace cargo de los grandes principios de abnegación que aquellas Cortes desenvolvieron apoyando a un Gobierno que al mismo tiempo les mortificaba. ¡Ya verá S. S. dentro de algún tiempo, y no largo, lo que le aguarda con esa mayoría! (Risas y rumores.) Le dará más disgustos que le dio aquélla, que, en realidad, no le dio ninguno. Todavía, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, espero yo, como las dificultades aprieten, como los conflictos no vayan desapareciendo, que esta minoría, parte de aquella mayoría que le prestó los servicios que S. S. olvida, acordándose sólo de las pequeñas dificultades que le pusieron, ha de auxiliar a S. S. y le ha de apoyar contra su propia mayoría. (Risas.)

De las elecciones de Cuba, Sr. Presidente del Consejo de Ministros, ya he dicho que no quiero hablar, porque tendría que examinar datos, discutir personas y yo no quiero discutirlas. No sé si sonó algún tiro, o no sonó, el día que las elecciones se verificaron, pero si no sonó ningún tiro, debió sonar porque suenan todos los días.

En fin, no quisiera yo, y en honor de la verdad en esto no ha estado S. S. muy existente, que me pusiera a mí en el caso de discutir este punto, porque tendría que desairar a S. S.

Estoy dispuesto, como está dispuesta la minoría liberal, a que de nuestros labios no salga ni una sola palabra que puedan aprovechar los enemigos de la Patria en nuestro daño, y no saldrá, suceda lo que quiera.

Hemos resuelto no tomar parte en la discusión de las actas de Cuba, no votar y no presenciar siquiera su aprobación. Con esto hacemos un acto que entendemos salva nuestra conciencia, salva nuestras opiniones políticas y salva la política que el partido liberal ha venido haciendo desde que se suspendieron las tareas de las Cortes anteriores. Precisamente ésta ha sido mi política constante, mi predicación continuada con el aplauso unánime de todo el partido que tengo la honra de dirigir. ¿Cómo, pues, había yo de faltar a mi conducta, a mi consecuencia y a aquella bandera que con el aplauso de mi partido venía levantando desde que se suspendieron las Cortes anteriores? No, no hay aquí nada, absolutamente nada nuevo, y me extraña mucho que se haya creído que yo he tomado una actitud que no estaba de antemano proclamada y por todo el mundo conocida.

Y como esto es lo que me importa dejar bien consignado, repito que no he venido a discutir las elecciones de Cuba, porque cuando se discuta el mensaje tomaré yo o tomará el partido liberal, aquellos puntos de vista que podamos discutir sin detrimento ninguno para la causa que todos defendemos y sin que nadie, absolutamente nadie, pueda aprovechar para otros propósitos las palabras que aquí se pronuncien. Entonces, si algo puedo decir acerca de esto, lo diré, y si no, me resignaré: que ante todo, y por encima de todo, está el amor a la Patria. (Muy bien. Aplausos en la minoría liberal.)



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